DRACO, EL DRAGÓN

 

Daniel Marín Arcones


 

Esta constelación no figura entre las más fácilmente distinguibles, pues todas sus estrellas son de escasa magnitud. Sin embargo, su importancia histórica es enorme, pues en ella se encuentra el polo de la eclíptica, alrededor del cual se ha ido moviendo el polo celeste debido a la precesión del eje terrestre. Además, su estrella principal, Thubán, fue la estrella polar hace 5000 años.

 

Draco (Cartes du CIel)

 

Esta constelación aparece en Occidente por vez primera con Arato:

 

        Entre ambas [osas], como corriente de un río, se revuelve el

           Dragón, monstruo prodigioso, varias veces retorcido, inconmensurable;

           las Osas recorren su círculo desde uno y otro lado

           de su espiral, guardándose su azulado Océano. Pero aquél

           toca a una con la punta de la cola y rodea a la otra con su espiral:

la punta de su cola descansa junto a la cabeza de la Osa Hélice;

Cinosura tiene la cabeza en su espiral: ésta se enrolla exactamente

exactamente en torno a su cabeza, y desciende hasta el pie,

después retrocede de nuevo bruscamente. En la cabeza del Dragón brilla,

en más de un punto, más de una estrella: dos en las sienes,

dos en los ojos; y más abajo otra señala la parte más extrema

de la mandíbula del terrible monstruo. Su cabeza está inclinada:

parece enteramente que mira hacia la punta de la cola de Hélice;

su boca y su sien derecha1 están completamente en

línea recta con la punta de la cola. La cabeza del Dragón casi

va a parar allí donde se confunden los límites de los ocasos y

de los ortos unos  con otros.

 

                        Fenómenos,  45-63

                                   

Notas:

1)      En realidad es la izquierda, según la representación actual.

 

 

Como vemos, Arato no da ninguna explicación sobre el Dragón, o por qué está catasterizado. Es importante señalar que en griego, dracon (o δράκων) significa “serpiente”, lo que es importante tener en cuenta a la hora de interpretar los diversos mitos en los que aparece esta constelación, pues nuestro término dragón está demasiado “contaminado” por mitos y leyendas medievales.

 

Eratóstenes fue el primero en explicar el mito asociado a esta constelación:

 

Se trata del gran dragón situado entre las dos Osas. Se dice que era el que vigilaba el jardín de las manzanas de oro, y que murió a manos de Hércules. En compensación, la diosa Hera le asignó un lugar entre las estrella como guardián de las manzanas de las Hespérides. El poeta Ferécides1 cuenta que en la boda de Zeus y Hera se presentaron diversos dioses con regalos, y que entre ellos la diosa Gea les regaló unas manzanas de oro. Cuando Hera las vio se quedó admirada y ordenó que las plantaran en el jardín que los dioses tenían junto al Atlas. Como las hijas de Atlas robaban cada año las manzanas, Hera envió como guardián a una descomunal serpiente. Se lo reconoce por un elemento clarísimo, pues sobre él se proyecta la imagen de Heracles –claro recuerdo del combate entre ambos-, imagen que dispuso en el firmamento Zeus.

Tiene tres estrellas brillantes sobre la cabeza, doce a lo largo de todo el cuerpo hasta la cola, muy abigarradas, claramente distantes de las dos Osas; en total hacen quince.

 

                                    Catasterismos

 

Notas:

1)       Ferécides fue un poeta del siglo V a.C., maestro de Pitágoras.

 

Este mito se transmitiría muy fielmente durante la antigüedad, exceptuando pequeños detalles, con lo que el Dragón quedaría vinculado a la vecina constelación de Hércules como representación de uno de sus doce trabajos, al igual que otras constelaciones del firmamento. Aunque Eratóstenes no le da nombre, autores posteriores lo denominarían Ladón.

 

El mito del jardín de las Hespérides (Εσπερίδες ) es uno de los mitos más famosos de la Grecia antigua. Ya Hesiodo nos habla de ellas:

 

Después la tenebrosa diosa Noche, sin acostarse con nadie, parió a Momo, al doloroso Lamento y a las Hespérides, a cuyo cuidado están, al lado del famoso Océano, las hermosas manzanas de oro y los árboles que producen ese fruto.

                                    Teogonía, 212-216

 

Se puede ver que Hesiodo no menciona a ningún dragón, sino que son las propias Hespérides las guardianas del jardín. Además no son hijas de Atlas ( Άτλας), sino de la Noche. La aparición en época posterior de Atlas como su padre puede tratarse de una fusión de varias tradiciones mitológicas, en concreto del mito de las Pléyades, que figuran como hijas de Atlas desde tiempos homéricos. También podría ser una forma de relacionar de forma más firme a Atlas con el jardín de las Hespérides en el relato del trabajo de Hércules, pues su relación es bastante accidental (no aparece en muchas versiones), o quizás una confusión de nombres relacionada con el mito de Atalanta, o bien es debido a la identificación geográfica de Atlas (cerca de “las columnas de Hércules”), con el significado del nombre de las Hespérides, que quiere decir “hijas de Héspero”, personificación de Venus como estrella de la tarde (έσπερος , que proviene de εσπέρα , “tarde”), de donde viene su relación con occidente       (η Έσπερία significa Occidente), de ahí que se suele mencionar a las Hespérides como sinónimo de “Occidentales” o “Vespertinas”. No se sabe a ciencia cierta cual de las dos denominaciones es más antigua, aunque es probable que su nombre tenga su origen en Venus como astro poniente, de donde quizás venga la atribución de Hesiodo como hijas de la noche.

 

     Héspero es hijo de Eos (la Aurora) y según la tradición más popular se subió a los hombres de Atlas (en otras versiones su padre), pero resbaló y cayó al mar, convirtiéndose en astro. Otras versiones dicen que fue hermano de Atlas y que tuvo una hija llamada Hésperis, con la que Atlas engendró a las Hespérides. Los griegos mantuvieron dos denominaciones para Venus durante toda su historia, Héspero como estrella de la tarde, y Fósforo o Eósforo (Έωσφόρος , “portador de la Aurora”, el Lucifer latino) como estrella de la mañana, restos de un pasado en el que no asociaban ambas manifestaciones a un único astro.

 

En el marco del mito de Hércules, el trabajo del jardín de las Hespérides no aparece ni en Homero, ni en Hesiodo, aunque fuentes clásicas posteriores lo citan como el undécimo, salvo para Diodoro Siculo, según el cual es el duodécimo. Tenemos varias versiones de este famoso trabajo. Una está basada en el libro IV del Viaje de los Argonautas (versos 1396-99) de Apolonio de Rodas, que a su vez indica que se basa en la obra de Ferécides. Según esta versión Euristeo exige a Heracles que vaya a buscar las manzanas de oro. Las ninfas habitantes del Erídano le aconsejan que se dirija a Nereo (hijo de Ponto y Gea y padre de las nereidas) para averiguar dónde está el jardín Tras cruzar Libia (África), llega al mar exterior (Océano) y navega por él con la copa del Sol hasta llegar al extremo del mundo. Allí está Prometeo (dios hijo de Jápeto y Clímene, hermano de Epimeteo, Menetio y Atlas), condenado por Zeus (por entregar el fuego a los hombres) a estar encadenado a una roca donde un águila le devoraba el hígado cada día, puesto que le volvía a crecer por la noche. Hércules mata al águila y en recompensa Prometeo le sugiere que mande a Atlas a por las manzanas, a cambio de sostener por él la bóveda celeste. En efecto, Atlas va a por los preciados frutos, pero cuando vuelve, Hércules le engaña y Atlas acaba otra vez sosteniendo el cielo, mientras que él se dirige con las manzanas a Euristeo.

Otra versión algo parecida nos la relata Apolodoro, donde nos da importantes detalles sobre nuestro Draco:

Como undécimo trabajo le ordenó hacerse con las manzanas de oro de las Hespérides. Estas manzanas no estaban en Libia, como han dicho algunos, sino en el Atlas, entre los Hiperbóreos. Gea se las había regalado a Zeus cuando se desposó con Hera. Las guardaba un dragón inmortal, hijo de Tifón y Equidna, que tenía cien cabezas, y emitía muchas y diversas voces. Con él vigilaban también las Hespérides, Egle, Eritía, Hesperia y Aretusa… Heracles a través de Iliria se dirigió apresuradamente al río Erídano y llegó ante las ninfas, hijas de Zeus y Temis. Estas lo encaminaron a Nereo, a quien Heracles apresó mientras dormía y, aunque el dios adoptó toda clase de formas, lo ató y no lo soltó hasta que supo por él dónde estaban las Hespérides y sus manzanas. Una vez informado atravesó Libia… Y al llegar, por tierras de Libia, al mar exterior, recibió la copa de Helios; habiendo cruzado al continente opuesto flechó en el Cáucaso al águila, nacida de Equidna y Tifón, que devoraba el hígado de Prometeo. Prometeo había advertido a Heracles que no fuera él mismo a buscar las manzanas, sino que enviase a Atlante, y sostuviera entre tanto la bóveda celeste; así, cuando llegó al país de los Hiperbóreos ante Atlante, lo reemplazó según el consejo recibido. Atlante, después de recoger de las hespérides tres  manzanas, regresó junto a Heracles. Y para no cargar de nuevo con el cielo dijo que él mismo llevaría las manzanas a Euristeo, y ordenó a Heracles que sostuviera la bóveda celeste en su lugar. Heracles accedió, pero con astucia consiguió devolvérsela a Atlante. Aconsejado por Prometeo lo invitó a soportarla mientras él se colocaba una almohadilla en la cabeza. Al oír esto, Atlante dejó las manzanas en el suelo y sostuvo la bóveda; entonces Heracles recogió las manzanas y se marchó. Algunos dicen que nos las consiguió por mediación de Atlante, sino que las cogió el mismo después de matar a la serpiente que las custodiaba. Obtenidas las manzanas las entregó a Euristeo. Éste, tomándolas, las regaló a Heracles, de quien las recibió Atenea, que las devolvió, pues era impío que estuviesen en cualquier otro lugar.

                                    Biblioteca, II, 5, 11

 

Otra versión posterior nos la ofrece Diodoro Siculo en su Biblioteca histórica (IV, 26-27). Según este autor, Héspero y Atlas eran dos hermanos que poseían unas ovejas famosas por su hermosura, del color del oro. Héspero tuvo una sola hija, Hespéride, que se casó con Atlante. Del matrimonio surgieron seis hijas (según otros siete) llamadas Hespérides o Atlántides. Busiris, rey de Egipto, las raptó, pero Hércules las rescató, y como recompensa recibió las ovejas de oro (en griego, mēla puede significar oveja o manzana). En este relato, Héspero era el guardián de las ovejas, en vez del dragón, y Atlas no sostenía los cielos, sino que era el primer rey astrónomo de la historia, descubridor de la esfericidad de las estrellas.

 

Relatos posteriores dan el nombre que ya mencionamos para nuestro dragón: Ladón, nombre que se le daba también a un mítico río en el país de los hiperbóreos (donde algunas versiones situaban el jardín de las Hespérides), por lo que puede proceder de una asociación de este río localizado en los límites del mundo, como las Hespérides, con la forma sinuosa de la constelación. Se suele mencionar como hijo de Tifón y Equidna, al igual que muchos otros monstruos de la mitología griega, aunque otra versión decía que era hijo de Forcis y Ceto. En cuanto a las Hespérides, los mitos y genealogías se multiplican hasta el infinito. A parte de los aquí mencionados, aparecen en multitud de obras con distintos nombres y parentela. Para Apolonio de Rodas son tres: Héspere, Eriteide y Egle. Para Apolodoro son Egle, Eritía y Hetia Eretusa. Para Servio son Egle, Eritea y Hesperia Aretusa. Otras fuentes mencionan a Egle Eretusa y Hesperetusa, junto con otras variantes. La tradición clásica más popular habla de Egle, Eritía y Hesperetusa.

 

El mito del jardín de las Hespérides se ha intentado relacionar a lo largo de la historia con un lugar geográfico concreto sobre la Tierra. Como es sabido, en este sentido se suele relacionar con las islas Canarias (o con otras islas de la macaronesia), aunque es importante destacar que en la época que surgió el mito, tal relación era inexistente. Efectivamente, éste, al igual que otros mitos que hablan de tierras en el extremo del mundo, pudo en un principio tener alguna inspiración geográfica real, pero dentro del ámbito cultural griego primitivo. A medida que los griegos fueron ampliando sus horizontes culturales y geográficos, los mitos sufrieron un desplazamiento en su localización hacia el exterior del mundo conocido. En el caso de los mitos relacionados con islas, se produjo una occidentalización que explica posteriores intentos de situarlos en Canarias.

 

Pero lo que a nosotros nos interesa aquí es una posible interpretación astral del mito. En este sentido destaca una teoría sugerida por Belmonte y Díaz de Velasco. Estos autores destacan la abundancia de mitos en los que un héroe tiene que rescatar algún tesoro custodiado por una serpiente o monstruo mitológico. Aparte del que aquí tratamos, hay varios mitos en la mitología griega asociados con dragones: Apolo, dios de origen asiático, debe luchar con una dragona en Delfos para fundar su santuario. Cadmo mata a un dragón hijo de Ares para fundar Tebas. Según una interpretación astral, en el cielo tendríamos a todos los protagonistas del mito: el dragón, enroscado alrededor del “árbol”, el eje de la eclíptica, Atlas, también llamado Polo, representado por el polo celeste o quizás por la constelación del Boyero, y Hércules, representado por su constelación. Por otra parte, en lo relativo a las Hespérides hemos visto sus múltiples nombres, aunque una de las tradiciones aparentemente más antiguas nos hablan de Eritía ( Ερύθεια), “la roja” (de ερυθρός , “rojo”) , de, Egle (Αίγλη), “la resplandeciente” y Héspere, “la vespertina” o “la occidental”, que da nombre al grupo. Si tenemos en cuenta que el polo celeste atravesó la constelación de Hércules hacia el IX milenio a.C., en esa época las dos estrellas más brillantes visibles desde el hemisferio norte eran Arturo, que se caracteriza por su color rojo (identificada con Eritía), y Vega, de color blanco, con Egle. Ambas eran además circumpolares, así como el Boyero y Hércules. Por lo tanto, podemos estar ante uno de los mitos celestes más antiguos, aunque, naturalmente, esto no es ninguna prueba concluyente, especialmente si tenemos en cuenta que la constelación de Hércules surge, que nosotros sepamos, con Arato. Además, como hemos visto, el dragón no aparece en todas las versiones del mito y sus nombres son perfectamente asociables con los colores de Venus como estrella de la tarde.

 

Por otro lado, tenemos otros mitos relacionados con manzanas, como es el ya mencionado  de Atalante (Άταλάντη), que nada más nacer es abandonada por su padre en el monte Partenio. Allí es amamantada por una osa y recogida por unos cazadores. Atalanta no quería casarse porque un oráculo le había dicho que si se unía a un mortal correría peligro. Después acepta a casarse con el que pueda vencerla en una carrera. Al final, aparece un joven llamado Hipómenes o Melanión, que llevaba tres manzanas de oro regaladas por Afrodita y que decide enfrentarse al reto. Durante la carrera, cada vez que iba a ser alcanzado, soltaba una manzana que Atalante recogía, permitiéndole ganar la carrera. Posteriormente ambos fueron convertidos en leones por Zeus.

 

Otro mito relacionado con el de las Hespérides es otro trabajo de Hércules, el décimo: el gigante Gerión o Geriones (Γηρυόνης), que ya aparece relatado por Hesiodo. Hércules tuvo que robar el ganado de bueyes de este gigante (recordemos la equivalencia de la palabras griegas para oveja y manzana, aunque aquí se trate de bueyes), hijo de Crisaor y Calírroe, que vivía en la isla Eritía (“la roja”, como una de las Hespérides) situada en el Océano hacia Occidente (otras versiones hablan de África). Los rebaños estaban custodiados por el boyero Euritión y el perro Orto (u Ortro), aunque en otras versiones se menciona a un dragón, clara confusión con el mito de las Hespérides. Al igual que en éste, Hércules atraviesa el Océano en la Copa de Helios.

 

 


 

    En Mesopotamia la constelación era también vista como una serpiente, por lo que probablemente deberíamos buscar su origen fue en la “tierra entre ríos”. La serpiente era, junto a animales como el escorpión, el toro, el león o el carnero, uno de los más familiares y frecuentes en la iconografía mesopotámica. En los kudurrus babilonios aparecen varios símbolos característicos de cada dios, representando varias constelaciones. En muchos de ellos se puede ver a una serpiente enroscada en la parte superior del kudurru,  junto a otra en la parte central, esta última usualmente identificada con Hidra. Como ejemplo tenemos los kudurrus erigidos bajo el reinado de los reyes babilonios Marduk-zakir-shumi I (854-819 a.C. aprox., abajo a la derecha) y de Marduk-apla-iddina I (1171-1159 a.C. aprox., abajo a la izquierda).

 

 

    En este último podemos ver una serpiente que da tres vueltas alrededor del eje central del kudurru. Normalmente se asocian estas serpientes a Hidra, pero parece claro que en determinados casos estamos ante la constelación del Dragón, aunque no está tan claro a que divinidad representa. Normalmente se suele asociar al dios Ishtaran, dios de la guerra originario de la ciudad de Der (región al noroeste de Babilonia), que a su vez se considera una de las manifestaciones de Ninurta, dios guerrero y de las cosechas (también conocido como Ningirsu, ver Sagitario), hijo del dios principal del panteón sumerio, Enlil.

 

    Otros autores lo relacionan con Ningizzida (o Gishzida, hijo de Ninazu), la serpiente cornuda guardiana, junto con Dumuzi (Tammuz para los semitas, el Adonis griego), de las puertas del cielo de An (literalmente, “cielo”) y dios del amanecer, aunque a la vez es un dios del inframundo, encargado del trono. También aparece como señora del vino. Normalmente se asocia con la otra serpiente que aparece en los kudurrus, a su vez identificada con Hidra o la serpiente de ofiuco. Sin embargo, puesto que Ningizzida es el “espíritu del árbol” (giš significa “árbol” en sumerio), quizás haga referencia al eje del mundo, es decir, “el árbol”, alrededor del cual aparece en algunas representaciones, y de paso, se acerca más a la imagen del dragón guardián del jardín de las Hespérides.

 

    De todas formas, la distinta posición y posturas de las serpientes que aparecen en los kudurrus incita a pensar que se puede tratar de distintas deidades según el monumento. Otros seres mitológicos mesopotámicos que se pueden identificar con el Dragón son Tiamat, Anshar o Kishar, por citar algunos.

 

    El gran problema que surge al asociar los kudurrus con esta constelación estriba que en las tablas Mul-Apin, la primera lista concluyente de constelaciones mesopotámicas, aparece no como un Dragón, sino como "El Yugo", razón por la cual los investigadores suelen relacionar las serpientes de estas estelas con Hidra, que sí aparece descrita como tal en las tablas, y no con Draco. Sin embrago, muchos opinan que el nombre de Yugo es para la estrella Thubán, no para toda la constelación, indicando así la posición que ocupaba hace 5000 años como estrella polar. En estas tablas aparede además con el nombre de Sah, el Cerdo.

 

Draco en Mesopotamia

 

Nombres de las estrellas:

 

 

α Dra (3.64m): Thuban o Tubán, derivado del nombre árabe para designar a toda la constelación (Ath-Thuban, "la serpiente"). También Adib. Fue la estrella polar hace 5000 años.

 

β Dra (2.78m): Rastaban, de Ra's ath-Thuban,  “la cabeza de de la serpiente”. También Alwaid o Asuia.

 

γ Dra (2.22m): Eltanin o Etamin, de  At-Tinnin, “la gran serpiente”.

 

δ Dra (3.06m): Altais o Al Tais, también de  At-Tinnin, “la gran serpiente”. También Nodus Secundus.

 

ε Dra (3.83m): Til, Tyl.

 

ζ Dra (3.2m): Aldhibah, Edsib o Nodus Primus.

 

ι Dra (3.3m) : Ed Asich, Edasich, Eldsich, Al Dhiba, Al Dhihi.

 

λ Dra (3.84m): Gianfar, Giansar, Giauzar, de la palabra persa para designar la constelación. También Juza.

 

μ Dra (5.64): Arrakis, de Ar-Raqis, "el bailarín".

 

ν Dra (4.87m) : Kuma.

 

ξ Dra (3.75m): Grumium, Genam, Nodus Primus.

 

ψ Dra (4.58m): Dsiban o Dziban, de Adh-Dhi'ban, "los dos lobos"..

 

  


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